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"California en llamas: el desastre esperado que devoró el ‘California dreaming’" | EL PAÍS US

Pacific Palisades ha desaparecido, pero su comunidad permanece intacta. Cuando Chris Babcock llega a las ruinas de su hogar en la calle Las Lomas, escucha la voz de su vecino Steve Eckhoff desde el otro lado de la avenida. Ambos hombres, ya pasados los cincuenta años, se acercan y se funden en un abrazo conmovedor, aunque breve. "Estamos en el mismo barco. Estamos sanos y salvos, eso es lo único que importa", comenta Babcock. Es jueves por la tarde y han transcurrido casi dos días desde que evacuaron sus hogares, situados a solo 20 metros el uno del otro. Cuando se marcharon, asediados por el incendio en Palisades, que ha arrasado 8.100 hectáreas de la región más emblemática y fotografiada de la Costa Oeste de Estados Unidos, contaban con sus casas. Ahora, solo queda un paisaje devastado, cubierto de llamas humeantes, escombros y clavos. La chimenea de la vivienda de los Babcock es lo único que se mantiene en pie. En la casa de los Eckhoff, ni eso. "Muchos me preguntan si voy a reconstruir. Lo haré, pero solo si cuento con los mismos vecinos", responde con determinación Babcock.

El Palisades fue el primero de los focos del gran incendio que asedia Los Ángeles. Y en solo un par de días se tornó el más destructivo de la historia de una ciudad que combate, en paralelo, a otros cuatro. Y sin mucho éxito. Por ahora, Palisades solo está contenido al 6%. La terrible ola de incendios ha dejado cinco fallecidos, todos ellos en el siniestro del este, el Eaton, el otro gran frente en el que luchan los bomberos. Las autoridades no descartan que la cifra de muertos se incremente en los próximos días, una vez que la emergencia pase y comiencen los trabajos de limpieza. Lo mismo sucede con los daños, que no han sido cuantificados completamente y cuyo cálculo, de más de 10.000 construcciones destruidas, procede de imágenes aéreas. Las llamas han arrasado sobre todo residencias.

Barrios completos de Pacific Palisades fueron reducidos a escombros. Hay calles que se salvaron, de otras apenas queda un árbol en pie. El fuego, ingobernable, destruye al azar.